jueves, 15 de octubre de 2009

El Orco y la Draenei


Soy una sacerdotisa impetuosa y temperamental, pero se cruzó en mi camino alguien que no esperaba, un Orco, si, un acérrimo enemigo…o eso me habían enseñado…
Le pedí a Potopo que, a través de su conjuro de invocación me llevara a Dalaran, ansiaba conocer la gran ciudad de los magos de la que tanto me había hablado Evenstarson, mi aún escasa experiencia, no me permitía llegar por mi misma asique recurrí a la magia del brujo.
En una extraña lengua Poto dijo una frase y me pregunto si aceptaba, todo se tornó de color negro pero no deje de avanzar al final vi algo de luz y me dirigí hacia ella, empujé una pequeña puerta que chirrió ruidosamente, un extraño humo negro flotaba alrededor del lugar por el que salí, mis ojos lentamente se acostumbraban a la luz, mirando a mi alrededor vi una gran fuente donde poderosos guerreros pescaban unas relucientes monedas, altos edificios y una gran cantidad de gente que se movía de un lado a otro muy ocupados. A mi espalda un jardín circular cubierto de verde césped y flotando sobre él una preciosa espiral de la que brotaba una cristalina agua con una esfera dorada coronándola.
Caminé lentamente examinando cada edificio, la posada, el Enclave de Plata donde se encuentran los portales mágicos dispuestos para acceder a las principales ciudades, una tienda de juguetes, mercaderes de armaduras…y por fin el Barrio de los Magos.
En este lugar se encuentran los artesanos que enseñan a perfeccionar las más variadas profesiones; Primeros Auxilios, Minería, Sastrería, Alquimia, Desuello, Inscripción, Peletería, Joyería, Herrería, Herboristería, Encantamiento…
Aprovechando la ocasión visite a los grandes maestros de mis profesiones, Minería y Joyería, que muy cortésmente me informaron de que aun no era el momento para aprender lo que ellos podían enseñar.
-Más adelante ven a visitarnos, tranquila, sabrás cuando estas lista.
Al mirar el expositor de la Gran Joyería de Dalaran Tiffani y CIA, me asombré de las magníficas piezas que pude contemplar
-Algún día mis manos tallaran maravillas semejantes-pensé.
Al salir del artesano lugar vi un gran pozo de piedra y tras el un majestuoso edificio el cual albergaba un gran banco, me dirigí hacia él para dejar algunos objetos que ocupaban valiosos huecos en mi bolsa.
Sin mirar a mi alrededor me dirigí directamente hacia el banquero, y después a la cámara de hermandad, había tallado algunas gemas para ponerlas al servicio de mis hermanos fue entonces cuanto note que alguien me observaba. Un sonoro beso lanzado al aire me hizo volverme y entonces le vi.
Un tosco orco de piel blanca y grandes colmillos me miraba y sonreía, lucía una azulada armadura y sus ojos eran enigmáticos, se trataba de un Caballero de la Muerte.
Sorprendida vi como me hizo saber que creía que era sexy, el idioma no nos permitía hablar con normalidad, para demostrarle que su cumplido me agradaba comencé a bailar ante él, qué se sentó y me aplaudió mientras me animaba.
Extraños personajes se sentaron para ver el baile que le dedicaba al orco, caí en la cuenta de que en el gran edificio solo había horda, en esta ciudad no se permiten los combates, la destreza de estos hordas me superaba en gran manera pero aun así no detuve mi danza, desafiante.
Un trol, un elfo de sangre y un no-muerto no perdían detalle de mis dedicados gestos, gráciles movimientos de caderas acompañados por el vaivén de mis manos.
El orco se incorporó y haciendo un gesto me pidió que le siguiera yo asintiendo le hice saber que lo había comprendido, me llevó a la salida del edificio, a la derecha, allí se encuentra un pequeño parque adornado con césped y bancos para descansar.
Me invitó a tomar asiento y el hizo lo propio a mi lado, con la mano extendió y alisó la tierra que había a nuestros pies y trazó algunas letras con el dedo, leí lo escrito:
-Rhür
Asintió y se señalo, supe así que ese era su nombre, repetí su acto escribiendo el mío y una sonrisa adorno su rostro mientras lo pronunciaba, con la extraña voz característica de los Caballeros de la Muerte.
Coqueteó conmigo, me lanzó sonoros besos, me abrazó y hasta incluso toco el violín más pequeño del mundo para mí, yo respondía a cada unos de sus cumplidos, sonriendo con picardía, devolviéndole un beso o un abrazo, cuando me di cuenta estaba flirteando con él…
Me volvió a pedir que le siguiera, me dejé guiar por el hasta la sede del Kirin Tor, al ascender la gran escalera interior me señaló el portal que había nuestra izquierda. Aparecimos en las cavernas del tiempo, junto al gran dragón guardián, montamos, él en un enorme mamut y yo en mi Elekk azul, le seguí a través del yermo y extenso Desierto de Tanaris hasta llegar a Gazgetan, protegida por Goblins.
Me llevó hasta la subasta, aquí es de libre acceso tanto para la Horda como para la Alianza, permitiendo así el comercio de objetos entre ambas facciones, ya que las fronteras de la guerra no permiten el intercambio directo.
Señaló al subastador y a su alrededor en el suelo de piedra, hizo brotar unas hermosas y mágicas flores, supe así que debía buscar. Entre gran cantidad de objetos se encontraba una hermosa rosa roja, y también puesta por él, había una Vida Eterna, un caro y raro objeto para alguien de mis posibilidades, como precio un cobre cada uno. Adquirí ambos presentes y le di un beso como muestra de agradecimiento.
Al salir de la subasta me indicó que montase de nuevo en mi Elekk, y a galope tendido atravesamos el gran Desierto de la Sal, Las Mil Agujas y Los Baldíos hasta llegar a Trinquete, otra de las ciudades gobling, aquí se puede tomar un barco que lleva hasta Bahía del Botín.
Fue entonces cuando ocurrió el percance, subiendo al barco su hacha resbalo de sus manos y resulte herida, él apesadumbrado abandonó el navío pensando que mi enfado seria extremo, en la enfermería del propio velero me curaron, al buscarle vi que no estaba, tome el barco de vuelta y allí en el muelle le vi profundamente preocupado. Lentamente me acerque a él, que de rodillas me pidió mil disculpas, con la palma de mi mano en su rostro le hice saber que no tenía nada que perdonar.
Partiendo desde Bahía del Botín, atravesamos la espesa vegetación de Vega de Tuercespina, hasta que llegamos a una extensa playa de fina y blanca arena y aguas cristalinas y transparentes.
Despojándose de la totalidad de su pesada armadura se introdujo en el agua, un pícaro guiño de ojo me indicó que le imitara, no me iba a amedrentar… ¡y mucho menos ante un orco!, con soltura deje caer mi toga y librándome de mi pesada vestimenta quedó a la vista mi blanca y suave piel para que el sol del atardecer la acariciara, con gracia y sin dejar de mirar sus ardientes ojos me acerqué nadando hasta él.
Retozamos, dejando pasar el tiempo mecidos por el suave oleaje, su curiosa e intensa mirada recorrió las prominentes formas de mi figura, el cuello, las caderas, la cintura, los labios…nos dirigimos a la orilla y nos tumbamos en la arena, la danzante marea mojaba nuestra piel mientras rodeados de silencio, furtivamente, nuestras miradas se encontraban….
Haciéndole saber de mi cansancio, tras ese remanso de paz, utilizamos nuestras piedras de hogar y volvimos a Dalaran, buscándonos entre el gentío y lanzándonos un último beso nos despedimos y me retiré a descansar.
Una vez en mis aposentos, me asaltó una pregunta:
-¿Volveré a verle?
Y rememorando lo vivido me dormí plácidamente.

1 comentario:

  1. Como paladin de la Alianza que soy, desprecié tu acto con la faccion enemiga.No podia comprender como un amigo de la alianza se unió al enemigo mas repudiado con todo mi ser. Luego comprendí que el lugar de ese orco no se encontraba en la Horda, y le acogí entre nosotros como un amigo mas.

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