lunes, 12 de octubre de 2009

Ojos de Draenei

Al cerrar la tapa trasera me invade la sensación de un cálido abrazo, idéntica a cuando me lo prodigaban mis padres, la feroz guerra contra la cruel Horda me los arrebató, pero no es odio lo que siento, es rabia contenida por extrañarlos tanto.
Me incorporo y me dirijo al estante del que tomé el libro y lo deposito en su lugar, un dulce rostro aparece ante mí y sonrío, es Nofertari, mi querida draenei Sacerdotisa. La conocí un día explorando el vasto y frondoso paraje de El Exodar, de camino a la ciudad para aprender los hechizos de transporte propios de los magos.
Al llegar a la entrada me fije en el encargado de cuidar a los Elekks, los enormes paquidermos que esta enigmática raza utiliza para desplazarse, su compañera se ocupaba de enseñar el arte de la equitación, una picara sonrisa se asomó a mis labios al recordar cuando aprendí esta habilidad para montar a mi fiel Yegua Zaína, incansable compañera durante los inicios de mi andadura.

Una mirada desconfiada se clavó en mi nuca, al girarme la vi. Una hermosa draenei de largos cabellos azulados, prominentes labios y unos iluminados y profundos ojos rasgados. Su gesto me hacía saber que no le agradaba mi presencia, aún así, me acerque para pedirle indicaciones:
-Saludos joven Draenei, soy forastera y necesito guía para llegar hasta el gran instructor de portales de esta gran ciudad, me pierdo fácilmente ¿serias tan amable de indicarme?
-Odalisca abae-balbuceó en su idioma-perdona, por la expresión de tu rostro intuyo que no hablas el draenei, pocos forasteros lo hacen, sígueme yo seré tu guía.

Me llevó por la laberíntica ciudad de cristal hasta poner ante mí a quien deseaba ver, tras aprender los hechizos buscados ella me pregunto si deseaba alojamiento para descansar y refrescarme, asentí y la interrogué sobre las enorme estatuas que poblaban la gran sala llamada El Arca de las Luces por la cual caminábamos.
-Poco sé sobre ellos-admitió- apenas sus nombres, sus historias están perdidas en el tiempo al igual que la mía, pocos, muy pocos draeneis recuerdan su pasado, tras el accidente todo lo vivido es confuso quizás…demasiado..
El silencio nos acompaño hasta llegar a la puerta de la posada:
-Entra y descansa, mas tarde vendré a buscarte para guiarte a la salida si lo deseas.
Iba a utilizar mi teletransporte para salir de aquel laberinto, pero esta enigmática dama despertó mi insaciable curiosidad asique acepté esperarla.
Sus movimientos eran gráciles cual gacela, altiva y esbelta, su toga de sacerdotisa aprendiz acompañaba el vaivén de sus marcadas caderas.
Entré en el tenue lugar, pedí a la posadera descansar en una de sus habitaciones mientras buscaba en mi saquito unas monedas, ella con una irónica sonrisa se negó:
-Los aventureros necesitan descanso y esas monedas encontraran un menester más importante, no me pagues por tu derecho al reposo, estas en casa…-y con un preciso movimiento entreabrió el velo que conducía a una escalera. Ascendí, una pálida luz iluminaba cada una de las estancias penetré en una y en un confortable diván de terciopelo morado me acomode y me dormí.

Al despertar una nota se hallaba junto a mis pertenencias
“Reúnete conmigo abajo cuando desees. Nofertari”
Me apresure a bajar y con la mirada escruté cada una de las mesas buscando una cara conocida, allí estaba ella, sentada plácidamente degustando un jugo afrutado y fresco. Conversamos largas horas, su notable tristeza daba paso al abatimiento, no recordaba nada de su pasado ni familia, ni amigos...nada; solo vacío.
Únicamente sabia su presente, una sacerdotisa inexperta que disfrutaba arrancando de la sucia tierra minerales y piedras preciosas para después tallarlos y convertirlos hermosas joyas y gemas, ni siquiera sabía como había aprendido tal habilidad, simplemente lo hacía. Vislumbré algo de su personalidad: sabe ser dulce cuando debe y también cruel, es tenaz coqueta, demasiado confiada y extrovertida.

Le pedí que me llevara ante el instructor de sacerdotes, al sabio le dije que le enseñara todo lo que sabía que yo pagaba su salario. Pronuncié unas palabras y el Intelecto Arcano descendió sobre la asombrada y silenciosa Sacerdotisa.
-No te rindas nunca Nofertari, no te preocupes de tu pasado, solo de tu presente, el futuro vendrá, vive hoy. Nunca mas estarás sola-poniendo sobre sus suaves manos el tabardo de Nobleza-ellos y yo misma seremos tu familia ahora, aprende a sanar las heridas en la batalla, hazte tan fuerte por dentro como lo eres por fuera.
Mi hechizo de transporte me alejó de ella. A partir de entonces se convirtió en mi protegida a la que con frecuencia visitaba.
Mi queridísima Nofer, sé qué esperas mi regreso, cuídales en mi ausencia.

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