lunes, 12 de octubre de 2009

El sueño y el cazador


Tumbada sobre el mullido colchón de mi lecho, mi tez se aclara mientras caigo en los acogedores brazos del dios del sueño, mi pelo derramado sobre los almohadones, mis rosados labios entreabiertos…relajada y serena reposo mientras se pasean por mi descanso momentos vividos.
Sobre la mesita que se encuentra junto a mí, la rosa roja que llevaba en una de mis bolsas, que hace que no olvide que los recuerdos se mantienen frescos al igual que esta flor, que no desaparecen, haciendo patente que el pasado forma parte del futuro.
Atardecía, perdida en el tiempo pescaba en los canales de Ventormenta, intentando atrapar a esa traviesa cría de crocoliso que se había escapado y que requería de toda mi paciencia, sentada en el borde dejando que el agua acariciara mis desnudos pies.
Un húmedo hocico rozó mi mano, era una preciosa gatita blanca, reconocí al instante su raza, un Sable Fantasmal pues apenas se distinguía, el rasgo más marcado de esta raza es que son casi transparentes. Le acaricie justo tras las orejas y se tumbó a mi lado en busca de mas mimos que yo le regalé encantada.
Una esbelta Elfa de la Noche, con sus azules cabellos sujetos en una gruesa trenza que caía sobre su hombro derecho se acerco y dijo:
-Mali, sabes que no me gusta que te escapes y mucho menos que interrumpas los quehaceres de la gente.
El animal continuó agazapado a mi lado. Dirigiéndose a mí dijo:
-Mis disculpas noble maga, ha entorpecido vuestra apacible pesca, es demasiado cariñosa, me va a resultar muy difícil adiestrarla para el combate.
-Tranquila. Es muy raro ver una hembra de esta especie, además a ella le gusta recibir caricias tanto como a mi prodigárselas. El instinto felino es especial, su búsqueda de caricias no esconderá el peligro a su olfato, llegado el momento aflorará su ferocidad natural.
La muchacha se sentó a mi lado, su mascota dormitaba entre ambas ronroneando; se llamaba Cartagenera, acababa de llegar a la ciudad desde el lejano Darnassus y no conocía la ciudad, le indiqué los lugares más importantes y le pregunte si quería pertenecer a Nobleza, ofreciéndole así la posibilidad de pedir consejo y ayuda en caso de necesitarlos.
Aceptó, saludó cortésmente a los miembros presentes y se alejó mientras Mali recibía unas cuantas caricias mas antes de salir corriendo junto su dueña.
A menudo nos reuníamos y me contaba las experiencias vividas en sus viajes y observaba a Mali crecer. En uno de nuestros encuentros me habló de un cazador perteneciente a nuestra hermandad, al cual yo conocía bien, Trabukomak. Me confío el secreto amor que le profesaba y el relato de cómo se conocieron, a su vez prometió no revelarle nunca su querido Enano lo que por él sentía, por miedo al rechazo, no intenté convencerla de lo contrario pues, nadie puede dominar el desbocado e indomable corazón femenino.
Pasado bastante tiempo, Trabu me convocó para reunirnos, mucho tiempo a que no nos veíamos, cuán grata sorpresa recibí al conocer la noticia de la que era heraldo; amaba a Cartagenera con el mismo intenso fuego, y a través de esta torpe maga concertó un encuentro. Allí en Ventormenta en una estrellada noche los reuní y me alejé.
Ella días más tarde me hizo partícipe de lo que provocaba la luz que emanaba de su radiante rostro y su exultante corazón, su querido cazador le había propuesto matrimonio, en un idílico paraje con un anciano pero poderoso dragón como testigo, lucía el anillo, humilde, pero gran símbolo para ella, en el dedo corazón de su mano izquierda y me relató la promesa hecha a su amado de no quitárselo nunca.

Bruscamente despierto de mi apacible sueño y de improviso siento mi cuerpo temblar, no me atenaza el frio, ni el miedo, ni el deseo…es...dolor.
En mi pensamiento se instala Trabukomak, el fiel cazador al que estimo sobremanera. Siento un punzante dolor en el tórax, algo me atraviesa el corazón que late con tristeza. Rompo a llorar, amargas lágrimas cercenan la piel de mis mejillas y van a morir al nacimiento de mis senos, la tristeza que marca mis latidos me adormece.
Siento que una parte de mi abandona el mundo de los vivos, mi querido cazador…que lejos te siento…Un certero disparo de su trabuco le arrebata la vida para siempre, esta vez el Ángel de Resurrección no podrá devolverlo a la vida…nadie puede ya, como experto tirador sabia que donde apuntaba; sería irreversible.
En mi mente la imagen de una vacía habitación, el cuerpo de Trabu en el frio suelo, el rojo intenso de su sangre, mezclada con las lágrimas de los Ángeles protectores que comienzan a entonar tristes cantos en su nombre. Recuerdo bien como le conocimos Nofertari y yo, el tímido enano que con sus bromas hacia sonreír a cuantos tenía a su alrededor, en la hermandad era muy querido y apreciado.
-Amable maga, ¿me pones lucecitas en el arma?-preguntaba con timidez, disculpándose enseguida por atreverse a pedir de mi experiencia en el arte de encantar armas y armaduras.
En este mundo dominado por la avaricia de mejorar en experiencia y armadura no hay muchos como él.
Lo último que me dijo antes de marcharme a este retiro en que me encuentro fue:
-Even, ¡me pusiste lucecitas en el alma!
Te has ido, pero aun estas. Entre lágrimas, pronuncio su nombre acariciándolo con los labios y le veo llorar mi marcha en la posada, dónde comenzó mi viaje.
-Cartagenera….-susurro-.
La voz de la elfa inunda mis oídos y me dice:
-“En un secreto rincón de mi tímido pero ardiente corazón encontró Trabukomak el escondite perfecto para sus eternas y frías noches de solitaria cacería"...

1 comentario:

  1. Y seguro que en ningún lugar se podrá encontrar mejor que en tan acogedor rincón.
    Pobre Cartagenera... viuda recién prometida.

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